Un artículo sobre un tema que consider digno de monitorear, y hasta mapear con alguna herramienta high tech: el cobro por vinos, y licores en general, suele ser desmedido en Santiago...
Obviamente, se trata de fomentar la calidad por sobre la cantidad, y potenciar el consumo de un producto ícono del Chile de los '90.
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Patricio Tapia, El Mercurio
Estas son las cartas de vinos con mejor relación precio-calidad. Los ganadores son viejos conocidos en un tema que cobra interés si queremos edificar una cultura del vino como la gente. patricio tapia La verdad es que da miedo o, al menos, asusta. Cuando se abre la carta de vinos en el restaurante y, de sopetón, por la botella que cuesta diez en el supermercado, están cobrando treinta. Y vaya uno a alegarle al dueño porque, de inmediato, los llantos afloran: que hay que pagar la luz, la Isapre de los garzones y quién sabe qué más. ¿Por qué el vino tiene que solventar esos gastos? ¿Por qué tenemos que, en definitiva, pagar nosotros la cuenta de la luz?El porcentaje de cargo sobre las botellas en los restaurantes es un tema del que todo consumidor se ha quejado, y no sólo en Chile. En todas partes es usual pagar el doscientos y hasta el trescientos por ciento por un vino. Es un robo. Pero un robo que aceptamos. "El problema con este sobrecargo es que la gente termina probando vinos de menor calidad para no gastar tanto", dice Frederic Le Baux, dueño del Baco en Providencia, restaurante que nuestros expertos eligieron como el segundo con Mejor Relación Precio-Calidad en su carta de vinos en el ranking 2009 de Wikén.La política de Le Baux es simple. No piensa en porcentajes, sino que en cargo fijo. Todos los vinos tienen un cargo de $4.000 más un diez por ciento del valor total. "Mi cálculo lo hago en base a lo que creo que me cuesta el servicio de esa botella, entre garzones y copas", dice. El resultado está a la vista. La venta de vinos asciende a tres mil botellas al mes y, gracias a eso, Baco tiene un mayor poder de negociación con los distribuidores, ergo, mejores precios para su público. "Yo vendo comida. Los vinos, aunque importantes, son un complemento", señala.El primer lugar de nuestro ranking lo obtuvo el restaurante Eladio, la catedral tradicional de la carne en Santiago que, además, tiene fama por sus vinos a precios extremadamente bajos. El responsable tras esta política fue el mismo Eladio Mondiglio, quien falleció en marzo de este año. "Mi hermano siempre decía que su negocio era la carne", señala su hermana, Carmen, hoy a cargo de los restaurantes. De acuerdo con ella, el cargo por botella siempre fue el más bajo posible, pero no había ninguna regla establecida, todo más bien era por intuición. Hay ejemplos sobresalientes en la carta, sobre todo con cabernet sauvignon "cepa a la que mi hermano le ponía mucho interés porque va bien con las carnes", agrega Carmen. Veamos: Don Melchor, por ejemplo, el clásico cabernet sauvignon de Concha y Toro y uno de los íconos de nuestra viticultura cuesta en tiendas especializadas $54.990, pero en el Eladio cuesta $49.900. Ese, claro, es un ejemplo radical. Lo usual es que los vinos estén mil pesos más arriba que en el mercado. El Sibaris carmenere de Undurraga, por ejemplo, en la carta del Eladio cuesta $6.890 y en tiendas o supermercados ronda los $5.800. Sigue siendo una ganga, por cierto.A estos dos restaurantes también se suma Cuerovaca, que no aparece en el ranking. Sin embargo, el nuevo proyecto de Juan Gabler, propietario de este restaurante de carnes en Vitacura, quiere ir algo más allá. "Próximamente comenzaremos a cobrar el mismo precio de una tienda de vinos", dice y explica que aún no implementan esta nueva filosofía por un tema doméstico. "No tenemos estacionamientos suficientes. Esperamos que esto despierte interés, porque si la gente viene y no se puede estacionar, no viene más", dice Gabler. Los estacionamientos estarán listos en octubre, fecha en que se lanzará esta nueva modalidad de precios.En el restaurante es en donde realmente se bebe el mejor vino y también en donde, sicológicamente, estamos más preparados para pagar un precio mayor o, al menos, mucho más dispuestos en términos emocionales que parados en el supermercado. Pero el problema es que, sobre todo en épocas de crisis económicas como la que vivimos, la sensibilidad termina por revestirse de pragmatismo y no cede ante excesos. Como resultado, las ventas de vinos bajan dramáticamente en los restaurantes que abusan.Pero hay algo más. Asustar a un cliente con cargos por botella excesivos es, en el fondo, decirle que no beba vino, que mejor es la cerveza o el agua de la llave. Y eso es realmente una mala cosa si es que se quiere edificar una cultura del vino como la gente.
Friday, August 28, 2009
Saturday, August 15, 2009
Mmm... tomar un Beaujolais... déjenme pensarlo...
He bebido pocos vinos franceses...
por que a Chile no llega casi nada, y lo que hay es caro, por que es una lógica muy distinta, con cepas que en Chile ni existen, y sobre todo, por que no conozco nada de su mercado precio-calidad; algunas veces he podido compartir con amigos franceses, y así aprender un poco más, pero me falta mucho sin duda.
Por lo mismo, me pareció interesante este artículo: Seriously, Drink Beaujolais
SLDS A TODOS
Nacho Correa
por que a Chile no llega casi nada, y lo que hay es caro, por que es una lógica muy distinta, con cepas que en Chile ni existen, y sobre todo, por que no conozco nada de su mercado precio-calidad; algunas veces he podido compartir con amigos franceses, y así aprender un poco más, pero me falta mucho sin duda.
Por lo mismo, me pareció interesante este artículo: Seriously, Drink Beaujolais
SLDS A TODOS
Nacho Correa
Friday, August 14, 2009
El auge de los viñateros independientes
Una demanda externa por vinos con carácter original y autoral, sumada al interés de enólogos por desarrollar proyectos más personales, explican el fenómeno.
El Mercurio, agosto 10, 2009
Eduardo Moraga V.
Esta es una historia improbable. Que un niño criado en Casablanca termine como fotógrafo de Le Figaro y Sygma y se codeé con top models y actores de Hollywood. Que luego deje botada su vida en París y vuelva a trabajar para revistas y multitiendas en Chile. Finalmente, que deje en suspenso su vida tras las cámaras y se dedique de cuerpo y alma, con más ganas que conocimiento, a plantar un viñedo y sacar su propio vino. Y que las escasas 397 botellas que lanzó al mercado este año sean un verdadero mito viviente entre blogeros, imposibles de encontrar y celebradas por los conocedores del vino como un salto enorme para el pinot noir chileno.
Es la historia de Julio Donoso. Por el lado de su abuelo materno forma parte de una de las familias que fue dueña de una de las mayores extensiones de tierras en Casablanca. En los setenta partió al exilio -es hijastro del dirigente socialista Carlos Altamirano-, formó parte de la camarilla de fotógrafos latinoamericanos top, junto a Sebastião Salgado y Diego Goldberg. Pero cuando se acercaba a las cinco décadas de vida, a mediados de esta década, decidió darle un nuevo giro a su vida a través del vino.
Así, de encuadres, iluminación y modelos, Donoso pasó a dedicar buena parte de sus días al crecimiento radicular de las parras, a combatir la falsa arañita de la vid y a conseguir abonos biodinámicos.
"Quería recuperar la pasión. El vino tiene una energía notable. Además, era una vuelta a mis orígenes", explica Donoso.El resultado fue Montsecano, un pinot noir de sorprendente personalidad para un vino de esa cepa a este lado de la cordillera y que se acerca en forma interesante a los estándares franceses.
Claramente, ésta no es una historia típica de la industria chilena del vino.
Sin embargo, la biografía de Julio Donoso calza perfecto con una nueva generación de viñateros locales. Una en la que todos trabajan a una escala pequeña, casi micro. Quieren hacer vinos a su pinta, que reflejen sus inquietudes personales y siempre con el objetivo de la alta calidad. Ya suman una veintena y son novísimos: en su mayoría, tienen menos de tres vendimias en el mercado.
Algunos los denominan "vinos garage", pero estos pequeños viñateros se resisten a ese rótulo. Prefieren llamarse viñateros independientes, para dejar en claro que lo suyo son los vinos con actitud y explicitar que lo del tamaño es más un accidente que un objetivo. Y a pesar de que manejan volúmenes escasos para los estándares chilenos, pueden convertirse en un plus en términos de atractivo para la industria vinícola nacional.
Un tema de madurez
A la hora de hacer cuentas, el fenómeno de los viñateros independientes, aunque incipiente, luce muy fuerte. Lo que hasta principios de esta década era una tarea profética de Álvaro Espinoza, con su solitaria Viña Antiyal, en el último par de años adquirió una masa crítica interesante. Hoy es posible contar una veintena de proyectos con esas características.
Proyectos como el Hereu, de Arnaud Hereu; I Latina, de Irene Paiva; Clos Andino, de José Luis Martin-Bouquillar, y Facundo GarcíaSchwaderer, de Felipe García y Constanza Schwaderer, tienen recién una cosecha en el mercado. Sólo un par de vendimias más tiene Tipaume, de Yvez Pouzet, y Ribera del Lago, de Rafael Tirado.Una característica que se repite en la inmensa mayoría de los casos, es que los emprendedores son profesionales ligados al mundo del vino, que quieren hacer proyectos más individuales.
"Es algo similar a lo que pasa con el arquitecto que construye su propia casa. No tiene las restricciones que le impone el cliente y puede hacer las cosas a su pinta", explica Irene Paiva, de I Latina.
Para algunos, la explosión de nuevos proyectos es parte de la madurez de la industria vinícola nacional.
"En la década pasada había pocos enólogos. Luego comenzaron a salir varios de la universidad y a entrar a las viñas. Es natural que después de un tiempo de trabajar en la industria, cuando tienen más claro su visión del vino, quieran expresar su experiencia en forma independiente. Entre mis colegas de Estados Unidos es muy común que tengan sus propios vinos", afirma Ed Flaherty, quien además de ser enólogo de San Pedro-Tarapacá, desarrolla su proyecto Flaherty.
Chicos agrandados
Si hablamos de volúmenes, hay una gran variación. En general, se trata de proyectos que están entre las 400 y las 3.000 cajas. En todo caso, todavía siguen siendo muy pequeñas para el promedio de la industria nacional. En Chile, una viña con más de 60 mil cajas recién entra en la categoría de mediana. A mayor abundamiento, la línea Casillero del Diablo de Concha y Toro maneja casi tres millones de cajas.
Frente a esas cifras, la novísima generación de viñateros independientes parece una pulga que se pasea en la espalda de un paquidermo.
Pero un momento. Cuidado con menospreciar a estos emprendedores.
En el vino, el tamaño pequeño se puede transformar en una ventaja. La escasez, el boca a boca y las buenas críticas de los especialistas pueden hacer que el precio de un vino se dispare al cielo.
Además, por tratarse de proyectos acotados es posible controlar de forma más detallista todo el proceso de creación del vino. De hecho, para tener 500 cajas, un tamaño normal de un pequeño viñatero, se necesita cerca de una hectárea de parras, una superficie bastante manejable. Eso sí, hay que tener en cuenta que aunque se traten de menor tamaño no significa que vayan a tener éxito. Si no hay calidad detrás, el destino es pasar inadvertidos.
Otro punto a favor de los viñateros independientes es que navegan con el viento a favor de la demanda internacional. Su fortaleza es el creciente nicho de los consumidores conocedores. Se trata de personas que ya pasaron por los vinos más corrientes y aspiran a probar cosas distintas, que reflejen tanto la particularidad del terruño en que se encuentra como la visión de su autor.
"Lo que hace vibrar a ese tipo de consumidores son justamente los proyectos más individuales. En ellos encuentran personas detrás. Ven pasión y eso es muy atractivo a la hora de vender vino", afirma Andrés Sánchez, enólogo de Gillmore.
Eso no es sólo una ventaja para los independientes, sino que para toda la industria chilena. Por años el mote que le colgaron los críticos internacionales a la oferta nacional era que se trataban de vinos "correctos", que cumplían con tener una excelente relación entre precio y calidad, pero sin una identidad marcada. En otras palabras, con poco sex appeal.
En parte, eso se debe a que las viñas chilenas tienden a ser de gran tamaño (ver infografía de arriba). Proyectar vinos con más personalidad, seductores -y, por ende, más caros-, con ese volumen, es una tarea compleja.
Sin embargo, en los últimos años, vinos íconos made in Chile como Clos Apalta, Viñedos Chadwick, Almaviva o Carmín de Peumo, ayudaron a que los wine writers y consumidores renovaran su mirada sobre el país.
El grano de arena que ponen las viñas independientes aporta otro tanto para colocar a Chile como un competidor no sólo de buenos precios, sino también en onda, carácter e interés por parte de los consumidores.
También es un negocio
Aunque entre los viñateros independientes los temas del desafío personal y el cariño por el vino se repiten al explicar sus proyectos, también hay un lado financiero importante.
"Si se hacen las cosas bien, como manejar costos razonables, generar una buena distribución y tener vinos de calidad, éste puede ser un negocio interesante. No es para hacerse millonario, pero se puede vivir bien", afirma Sven Bruchfeld, de viña Polkura.
Como todo negocio, la clave es manejar bien el rubro. Un punto importante es que, a pesar de la percepción pública, no es necesario ser dueño de ninguna parra para sacar su propio vino. Lo principal es conocer a un productor de uva de alta calidad dispuesto a vender. Eso explica por qué los pioneros de este movimiento sean mayoritariamente enólogos. En Chile hay una oferta importante de frutas de alta calidad que "se pierden" yendo a vinos masivos, donde se promedian con ejemplares menos calificados.
Menos complejo es subcontratar la molienda de las uvas y fermentación del mosto en una viña. Luego hay que definir el tipo de botellas y el etiquetado. Con el producto en la mano, ya se puede entrar a vender (ver infografía página 13).
"Hay importadores que están interesados en proyectos pequeños. También puedes ir a tiendas especializadas o distribuidores en Chile", afirma Arnaud Hereu, enólogo de viña Odfjell y creador de Hereu.
Sven Bruchfeld admite que internet es una herramienta clave, pues permite tener un punto de contacto con consumidores de todo el mundo.
Al parecer la fruta del vino independiente chileno ya está madura, lista para la cosecha.
Independientes en movimiento
Aunque fue creado hace un par de meses, el Movimiento de Viñateros Independientes (Movi) ya cuenta con una docena de integrantes. Su objetivo es apuntalar la promoción de esos proyectos.
"Como somos chicos, lo más obvio es que nos apoyemos entre todos, que creemos las sinergias necesarias para tener éxito en el negocio del vino", afirma Sven Bruchfeld de viña Polkura.
Para ingresar al grupo no sólo se requiere ser un pequeño viñatero. La primera condición es hacer una apuesta por la alta calidad. Por eso mismo, el ingreso al grupo es por invitación.
La segunda exigencia es que los dueños del proyecto estén involucrados directamente en el día a día de la viña. La idea es que sean vinos con una visión y un esfuerzo personal detrás.
El esfuerzo de Movi ha estado orientados a levantar el movimiento, sus objetivos próximos son actuar en forma conjunta para promover sus vinos en ferias, así como facilitar el contacto con periodistas especializados del extranjero.
Trabajo versus proyectos personales
Debido a que el fenómeno de las viñas pequeñas de calidad es reciente en Chile, aún no hay un claro manual de conducta entre los enólogos y las viñas en las que trabajan.
El arco de posibilidades va desde que aquellas que lo impiden explícitamente en los contratos, hasta dueños de viñas que alientan el desarrollo a sus enólogos a lanzar sus proyectos. En el medio, hay una gran cantidad de viñas en que la política de "no preguntes, no respondas" está presente y prefieren mirar para el lado.Desde el punto de vista de los viñateros independientes, era que no, lo mejor es dar libertad para desarrollar esos proyectos.
"Si yo fuera dueño de una viña, obligaría a mi enólogo a hacer su propio vino. Cuando uno está en este cuento se advierte cuánto cuesta todo. Valoras el esfuerzo de marketing, aprendes a reducir los costos. En el fondo, te potencia como profesional", afirma Felipe García, enólogo de Casas del Bosque y de su proyecto Facundo García Schwaderer.
Claro que hay ciertas reglas mínimas que cumplir. Por ejemplo, no mezclar la promoción de los vinos de la viña con los que se trabaja con los personales.Arnaud Hereu reconoce que los dueños de Odfjell, la viña de la que es enólogo, le impulsaron a hacer su propio vino. Eso sí, la "condición" fue que todo el proceso industrial se realizara en las instalaciones de la misma viña, con el fin de evitar que Hereu perdiera concentración en viajes.
El Mercurio, agosto 10, 2009
Eduardo Moraga V.
Esta es una historia improbable. Que un niño criado en Casablanca termine como fotógrafo de Le Figaro y Sygma y se codeé con top models y actores de Hollywood. Que luego deje botada su vida en París y vuelva a trabajar para revistas y multitiendas en Chile. Finalmente, que deje en suspenso su vida tras las cámaras y se dedique de cuerpo y alma, con más ganas que conocimiento, a plantar un viñedo y sacar su propio vino. Y que las escasas 397 botellas que lanzó al mercado este año sean un verdadero mito viviente entre blogeros, imposibles de encontrar y celebradas por los conocedores del vino como un salto enorme para el pinot noir chileno.
Es la historia de Julio Donoso. Por el lado de su abuelo materno forma parte de una de las familias que fue dueña de una de las mayores extensiones de tierras en Casablanca. En los setenta partió al exilio -es hijastro del dirigente socialista Carlos Altamirano-, formó parte de la camarilla de fotógrafos latinoamericanos top, junto a Sebastião Salgado y Diego Goldberg. Pero cuando se acercaba a las cinco décadas de vida, a mediados de esta década, decidió darle un nuevo giro a su vida a través del vino.
Así, de encuadres, iluminación y modelos, Donoso pasó a dedicar buena parte de sus días al crecimiento radicular de las parras, a combatir la falsa arañita de la vid y a conseguir abonos biodinámicos.
"Quería recuperar la pasión. El vino tiene una energía notable. Además, era una vuelta a mis orígenes", explica Donoso.El resultado fue Montsecano, un pinot noir de sorprendente personalidad para un vino de esa cepa a este lado de la cordillera y que se acerca en forma interesante a los estándares franceses.
Claramente, ésta no es una historia típica de la industria chilena del vino.
Sin embargo, la biografía de Julio Donoso calza perfecto con una nueva generación de viñateros locales. Una en la que todos trabajan a una escala pequeña, casi micro. Quieren hacer vinos a su pinta, que reflejen sus inquietudes personales y siempre con el objetivo de la alta calidad. Ya suman una veintena y son novísimos: en su mayoría, tienen menos de tres vendimias en el mercado.
Algunos los denominan "vinos garage", pero estos pequeños viñateros se resisten a ese rótulo. Prefieren llamarse viñateros independientes, para dejar en claro que lo suyo son los vinos con actitud y explicitar que lo del tamaño es más un accidente que un objetivo. Y a pesar de que manejan volúmenes escasos para los estándares chilenos, pueden convertirse en un plus en términos de atractivo para la industria vinícola nacional.
Un tema de madurez
A la hora de hacer cuentas, el fenómeno de los viñateros independientes, aunque incipiente, luce muy fuerte. Lo que hasta principios de esta década era una tarea profética de Álvaro Espinoza, con su solitaria Viña Antiyal, en el último par de años adquirió una masa crítica interesante. Hoy es posible contar una veintena de proyectos con esas características.
Proyectos como el Hereu, de Arnaud Hereu; I Latina, de Irene Paiva; Clos Andino, de José Luis Martin-Bouquillar, y Facundo GarcíaSchwaderer, de Felipe García y Constanza Schwaderer, tienen recién una cosecha en el mercado. Sólo un par de vendimias más tiene Tipaume, de Yvez Pouzet, y Ribera del Lago, de Rafael Tirado.Una característica que se repite en la inmensa mayoría de los casos, es que los emprendedores son profesionales ligados al mundo del vino, que quieren hacer proyectos más individuales.
"Es algo similar a lo que pasa con el arquitecto que construye su propia casa. No tiene las restricciones que le impone el cliente y puede hacer las cosas a su pinta", explica Irene Paiva, de I Latina.
Para algunos, la explosión de nuevos proyectos es parte de la madurez de la industria vinícola nacional.
"En la década pasada había pocos enólogos. Luego comenzaron a salir varios de la universidad y a entrar a las viñas. Es natural que después de un tiempo de trabajar en la industria, cuando tienen más claro su visión del vino, quieran expresar su experiencia en forma independiente. Entre mis colegas de Estados Unidos es muy común que tengan sus propios vinos", afirma Ed Flaherty, quien además de ser enólogo de San Pedro-Tarapacá, desarrolla su proyecto Flaherty.
Chicos agrandados
Si hablamos de volúmenes, hay una gran variación. En general, se trata de proyectos que están entre las 400 y las 3.000 cajas. En todo caso, todavía siguen siendo muy pequeñas para el promedio de la industria nacional. En Chile, una viña con más de 60 mil cajas recién entra en la categoría de mediana. A mayor abundamiento, la línea Casillero del Diablo de Concha y Toro maneja casi tres millones de cajas.
Frente a esas cifras, la novísima generación de viñateros independientes parece una pulga que se pasea en la espalda de un paquidermo.
Pero un momento. Cuidado con menospreciar a estos emprendedores.
En el vino, el tamaño pequeño se puede transformar en una ventaja. La escasez, el boca a boca y las buenas críticas de los especialistas pueden hacer que el precio de un vino se dispare al cielo.
Además, por tratarse de proyectos acotados es posible controlar de forma más detallista todo el proceso de creación del vino. De hecho, para tener 500 cajas, un tamaño normal de un pequeño viñatero, se necesita cerca de una hectárea de parras, una superficie bastante manejable. Eso sí, hay que tener en cuenta que aunque se traten de menor tamaño no significa que vayan a tener éxito. Si no hay calidad detrás, el destino es pasar inadvertidos.
Otro punto a favor de los viñateros independientes es que navegan con el viento a favor de la demanda internacional. Su fortaleza es el creciente nicho de los consumidores conocedores. Se trata de personas que ya pasaron por los vinos más corrientes y aspiran a probar cosas distintas, que reflejen tanto la particularidad del terruño en que se encuentra como la visión de su autor.
"Lo que hace vibrar a ese tipo de consumidores son justamente los proyectos más individuales. En ellos encuentran personas detrás. Ven pasión y eso es muy atractivo a la hora de vender vino", afirma Andrés Sánchez, enólogo de Gillmore.
Eso no es sólo una ventaja para los independientes, sino que para toda la industria chilena. Por años el mote que le colgaron los críticos internacionales a la oferta nacional era que se trataban de vinos "correctos", que cumplían con tener una excelente relación entre precio y calidad, pero sin una identidad marcada. En otras palabras, con poco sex appeal.
En parte, eso se debe a que las viñas chilenas tienden a ser de gran tamaño (ver infografía de arriba). Proyectar vinos con más personalidad, seductores -y, por ende, más caros-, con ese volumen, es una tarea compleja.
Sin embargo, en los últimos años, vinos íconos made in Chile como Clos Apalta, Viñedos Chadwick, Almaviva o Carmín de Peumo, ayudaron a que los wine writers y consumidores renovaran su mirada sobre el país.
El grano de arena que ponen las viñas independientes aporta otro tanto para colocar a Chile como un competidor no sólo de buenos precios, sino también en onda, carácter e interés por parte de los consumidores.
También es un negocio
Aunque entre los viñateros independientes los temas del desafío personal y el cariño por el vino se repiten al explicar sus proyectos, también hay un lado financiero importante.
"Si se hacen las cosas bien, como manejar costos razonables, generar una buena distribución y tener vinos de calidad, éste puede ser un negocio interesante. No es para hacerse millonario, pero se puede vivir bien", afirma Sven Bruchfeld, de viña Polkura.
Como todo negocio, la clave es manejar bien el rubro. Un punto importante es que, a pesar de la percepción pública, no es necesario ser dueño de ninguna parra para sacar su propio vino. Lo principal es conocer a un productor de uva de alta calidad dispuesto a vender. Eso explica por qué los pioneros de este movimiento sean mayoritariamente enólogos. En Chile hay una oferta importante de frutas de alta calidad que "se pierden" yendo a vinos masivos, donde se promedian con ejemplares menos calificados.
Menos complejo es subcontratar la molienda de las uvas y fermentación del mosto en una viña. Luego hay que definir el tipo de botellas y el etiquetado. Con el producto en la mano, ya se puede entrar a vender (ver infografía página 13).
"Hay importadores que están interesados en proyectos pequeños. También puedes ir a tiendas especializadas o distribuidores en Chile", afirma Arnaud Hereu, enólogo de viña Odfjell y creador de Hereu.
Sven Bruchfeld admite que internet es una herramienta clave, pues permite tener un punto de contacto con consumidores de todo el mundo.
Al parecer la fruta del vino independiente chileno ya está madura, lista para la cosecha.
Independientes en movimiento
Aunque fue creado hace un par de meses, el Movimiento de Viñateros Independientes (Movi) ya cuenta con una docena de integrantes. Su objetivo es apuntalar la promoción de esos proyectos.
"Como somos chicos, lo más obvio es que nos apoyemos entre todos, que creemos las sinergias necesarias para tener éxito en el negocio del vino", afirma Sven Bruchfeld de viña Polkura.
Para ingresar al grupo no sólo se requiere ser un pequeño viñatero. La primera condición es hacer una apuesta por la alta calidad. Por eso mismo, el ingreso al grupo es por invitación.
La segunda exigencia es que los dueños del proyecto estén involucrados directamente en el día a día de la viña. La idea es que sean vinos con una visión y un esfuerzo personal detrás.
El esfuerzo de Movi ha estado orientados a levantar el movimiento, sus objetivos próximos son actuar en forma conjunta para promover sus vinos en ferias, así como facilitar el contacto con periodistas especializados del extranjero.
Trabajo versus proyectos personales
Debido a que el fenómeno de las viñas pequeñas de calidad es reciente en Chile, aún no hay un claro manual de conducta entre los enólogos y las viñas en las que trabajan.
El arco de posibilidades va desde que aquellas que lo impiden explícitamente en los contratos, hasta dueños de viñas que alientan el desarrollo a sus enólogos a lanzar sus proyectos. En el medio, hay una gran cantidad de viñas en que la política de "no preguntes, no respondas" está presente y prefieren mirar para el lado.Desde el punto de vista de los viñateros independientes, era que no, lo mejor es dar libertad para desarrollar esos proyectos.
"Si yo fuera dueño de una viña, obligaría a mi enólogo a hacer su propio vino. Cuando uno está en este cuento se advierte cuánto cuesta todo. Valoras el esfuerzo de marketing, aprendes a reducir los costos. En el fondo, te potencia como profesional", afirma Felipe García, enólogo de Casas del Bosque y de su proyecto Facundo García Schwaderer.
Claro que hay ciertas reglas mínimas que cumplir. Por ejemplo, no mezclar la promoción de los vinos de la viña con los que se trabaja con los personales.Arnaud Hereu reconoce que los dueños de Odfjell, la viña de la que es enólogo, le impulsaron a hacer su propio vino. Eso sí, la "condición" fue que todo el proceso industrial se realizara en las instalaciones de la misma viña, con el fin de evitar que Hereu perdiera concentración en viajes.
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